El perdón no cambia el pasado, pero amplía el futuro.
Paul Boese
Introducción
En el artículo “¿Hasta qué punto el ego gobierna tu vida?” hablé brevemente del perdón; pero como ya en dicho en otros escritos, es un tema que merece varios artículos.
Este es uno de ellos.
Antes de seguir me gustaría aclarar que el perdón del que hablaré a lo largo de este blog, no tiene mucho que ver con el concepto religioso de perdonar, ese que ya considera que nacimos en pecado y que nos hace cargar, desde el momento de nacer, con ese pesado peso emocional.
Otra cosa que quiero aclarar sobre el perdón es que el hecho de que perdonar y perdonarme no significa tener licencia para dañar a nadie ni permitir que nadie nos dañe a nosotras; es algo que tiene que ver con el respeto y el amor hacia una misma y, en consecuencia, hacia las demás personas.
Perdonar para liberarte de porquería emocional
Perdonar es algo que nos cuesta mucho porque, tal y como he dicho antes, es algo que asociamos a una situación humillante y de castigo. Nada más lejos.
Con la práctica del perdón que te propondré aquí, no tienes que hablar con nadie, ni para que te pida perdón ni para implorarlo tú a nadie. Es un ejercicio que te va a permitir liberarte de suciedad emocional.
Tener rabia, tristeza, decepción, impotencia… acumulados en el corazón no te permite vivir en paz y, en consecuencia, provoca enfermedades.
Tu libertad es decidir qué haces con aquello: o bien quedas pegado toda la vida y esto te irá pesando cada día más y más, o lo sueltas y este espacio que quedará vacío lo llenas de amor y respeto hacia ti.
Perdonar, sin embargo, no significa que justifiquemos aquello que perdonamos; significa que no nos pertenece a nosotras emitir ningún tipo de juicio.

Perdonar es una práctica y necesita entrenamiento.
El primer paso consiste en aceptar lo que pasó. No tienes que entenderlo todo. Cada persona actúa como ella cree que debe hacerlo en función de cada momento y de sus creencias. Observa lo que te ha pasado, lo que te ha herido y suéltalo, déjalo marchar.
Un día, una persona me explicó que no podía perdonar a su padre aunque ya llevaba más de 15 años muerto. «¿Cómo quieres que le perdone después de cómo nos maltrató a mi madre y a mí? No es fácil», me explicó. Y yo le dije que nunca, nunca, he dicho que fuera fácil; sólo digo que nos interesa trabajar con el perdón para poder vivir en paz.
Nos es más difícil perdonar y soltar situaciones con personas que han sido importantes en nuestra vida, como es el caso de los padres, porque el dolor que sentimos, al existir conexiones especiales, es aún mayor.
Mantenernos pegadas a ese dolor, nos bloquea a la hora de tener relaciones saludables con otras personas.
No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos conseguir que el pasado no llene de peso nuestra mochila emocional.
La aceptación es clave para nuestro crecimiento personal
Acepta que esa situación pasó, que formó parte de tu vida en un momento dado, pero que ya basta.
Y acepta también aquellas actuaciones tuyas (de pensamiento, de palabra o de hechos) que han herido a otras personas; ahora lo puedes reconocer sin temor ni vergüenza. Me encuentro con muchas personas que me dicen que ellas no han hecho daño a nadie; sino todo lo contrario. Pues no es cierto. Tú, querida persona que estás leyendo estas líneas, y yo y todo el mundo, hemos hecho, hacemos y haremos cosas que pueden herir a los demás, a menudo sin darnos cuenta de ello. Esto también necesita ser perdonado y también es importante que aceptes y veas todas las veces que no te has tratado bien porque también piden ser perdonadas.
Cuando traigas al presente aquella situación de dolor que aún te pesa te recomiendo que digas un mantra del tipo: “Gracias, acepto y suelto el pasado”. Como siempre digo, todo es cuestión de práctica y de entrenamiento, y a base de repetir, repetir, repetir es cuando empezamos a vivir los cambios que deseamos.
¿Y si no quiero perdonar? He sufrido y sufro demasiado por ello.
Pues, si no decides aceptar y perdonar eso que pasó, continuarás sufriendo inútilmente. ¿Cómo te quieres sentir? Y aún más, ¿cómo quieres encontrarte físicamente?
La decisión es toda tuya. Perdonar es un acto de amor y respeto hacia ti mismo. Perdonas para estar bien contigo, para poder vivir en paz, para poder mirar el presente con tranquilidad. Perdonas para tu bienestar físico y emocional. ¿Todavía crees que no va contigo esto de perdonar?
Hay personas que me dicen: «Si siempre perdono me tomarán el pelo» y la respuesta a esta observación es ¡NO!
Perdonar, lejos de ser un acto de vulnerabilidad, es un acto de fortaleza y de liberación. El hecho de perdonar te da el poder y la fuerza de ser tú quien decide cómo te afecta lo que los demás creen hacerte.
Es necesario entender que el enemigo no está afuera sino dentro de nosotros y es desde allí que debemos empezar a perdonar, a soltar. El odio, el rencor, la rabia mal gestionada, habitan dentro de nosotros y somos nosotros los que debemos trabajar para liberarlas de manera saludable y dejar de hacernos daño de una vez. Por eso es tan importante el perdón.
Por experiencia personal te diré que, cuanto más aprendes a perdonar y a perdonarte, más fácil te resulta y consigues también mucha más tranquilidad y paz interior.
No responses yet