“La formulación de un problema es más importante que su solución.”
Albert Einstein

Las primeras preguntas que acostumbramos a hacernos.
Cuando tenemos un problema y no sabemos cómo poderlo resolver, lanzamos preguntas que todavía nos alejan más de la solución.
Son esas del tipo:
- ¿Por qué me ha tenido que pasar esto?
- ¿Por qué siempre me ocurren a mí las peores cosas?
- ¿Qué he hecho yo para que me pase esto con tanta frecuencia?
Y un largo etcétera.
No tienes porqué identificarte con las preguntas exactas, pero si el estilo de preguntas resuena contigo, es urgente que empieces a cambiar el tipo de preguntas que te haces ante la adversidad.
Clases de preguntas que te pueden ayudar a resolver tus problemas.
Son preguntas que te empoderan. Si te has fijado, las respuestas a las preguntas que he escrito en el apartado anterior te conducen a dar vueltas a la situación que ya tienes, pero no te abren las puertas para que puedas empezar a salir de ella.
Son preguntas que te mantienen en un bucle del que cada vez te puede costar más salir.
Las preguntas que te pueden ayudar a resolver tus problemas te conducen al movimiento, te empujan a hacer algo para salir de esta situación desagradable en la que te encuentras.
El primer paso y el más importante es el de reconocer y aceptar que tienes un problema, pero sin darle vueltas y vueltas. El problema está aquí, lo reconoces y lo aceptas y el siguiente paso es sentarte delante de una mesa con una libreta y un bolígrafo para empezar a escribir en dos hojas distintas lo siguiente:
– En una hoja vas a escribir todo aquello que tú puedes hacer para salir del problema. Escribe todo lo que se te ocurra, no analices nada, solo escribe.
– En otra página vas a escribir todo aquello que no depende de ti porque depende de las circunstancias o de otras personas.
Una vez tengas las dos listas escritas, tacha la segunda y procura olvidar lo que pone porque todo lo que has escrito allí está en otras manos y a ti no te sirve para nada.
Enfoca toda tu energía y atención en la primera lista. Esa en la que hay escrito todo lo que tú puedes hacer para salir del problema.
Ahora haz otra lista con preguntas similares a las siguientes:
– ¿Quién me puede ayudar en esto?
– ¿A dónde puedo ir para que me asesoren y me den apoyo?
– ¿Con quién puedo hablar de ello? (Elige personas que te ayuden, que no te juzguen y sepan escucharte).
– ¿Necesito aprender algo nuevo para solucionar esto?
– ¿Puedo buscar ayuda profesional?
– Etc.
Fíjate que este tipo de preguntas está enfocado en la solución y no en el problema. Son preguntas que empujan, que mueven. Si yo estoy escribiendo una lista de personas que me pueden ayudar, yo tendré que comunicarme con ellas, o sea, tendré que moverme, y lo mismo con las restantes.
Planifica las acciones que te comprometes a llevar a cabo.
El paso siguiente a la elaboración de la lista de cosas que puedes hacer tú para salir de allí es planificar las acciones que vas a realizar.
Por ejemplo:
Miércoles, 10 de noviembre a las 9:30 de la mañana.
Llamar a XXX para pedirle asesoramiento sobre mi problema y ella, que es una persona experta en ello, me dirá qué puedo empezar a hacer para solucionarlo.
Organiza las acciones que vas a realizar durante una semana, y así progresivamente.
Una vez a la semana, planifica lo que vas a hacer cada día para solucionar ese problema. Es un compromiso contigo misma que no deberías eludir.
Al final de cada día, escribe si has realizado la tarea y cómo ha ido. Anota todos los detalles de la conversación o del mail o de como sea que te hayas comunicado con esa persona.
Si no has hecho la acción programada, es importante que escribas qué ha pasado y qué vas a hacer para que esto no vuelva a suceder. Es importante que te muestres firme, pero que no te riñas.
Irás viendo cómo, paso a paso, llegas a la salida. Al hacer esto, te van a llegar ideas, soluciones, contactos… porque estarás enfocada en lo realmente importante: en la salida y en todo lo que depende de ti.
Nota final.
Algunas de mis clientas me preguntan si pueden hacer esto con un puñado de hojas y mi respuesta es que al hacer estos trabajos en un cuaderno es hacerlo con más orden y formalidad, algo que ayuda a clarificar las soluciones; así es que yo siempre aconsejo hacer este tipo de ejercicios en una libreta porque en hojas sueltas es más fácil perder el material y en un momento determinado que llegue a desordenarse. En este caso, no es nada práctico.
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