Hablando de emociones básicas.

Quiero empezar este artículo comentando que una emoción es una respuesta tanto anímica como somática a ciertos estímulos internos (un recuerdo, por ejemplo) o externos (una situación que nos provoque una reacción de miedo, alegría, asco, etc.).

Todas las personas nacemos con nuestro propio paquete de emociones básicas, y las conocemos ya que las hemos experimentado todas a lo largo de nuestra vida.

Las emociones tienen, entre otras funciones, el permitirnos la adaptación al medio en el que vivimos.

Las emociones básicas son: la alegría, el asco, la ira, el miedo, la sorpresa y la tristeza. Como he dicho antes, todas las personas hemos experimentado las emociones básicas en varios instantes de nuestra vida, y esto, naturalmente, incluye la alegría, aunque parece que muchas personas adultas se hayan olvidado de ella.

Estar alegres hace que segreguemos serotonina (la llamada «hormona de la felicidad»), además de tener un impacto positivo en nuestro entorno.

Qué es lo que mantiene oculta a la alegría.

Aunque la alegría aparece en el momento más inesperado (por algo es una de las emociones básicas) y nos produce una serie de reacciones agradables en nuestro cuerpo (ganas de movernos y de reír, acaloramiento…), muchas personas adultas la tienen habitualmente reprimida.

El motivo principal es porque se ha ido ocultando a base de poner capas en forma de creencias limitantes, comentarios continuados escuchados en la niñez, creencias de la sociedad, país, época… en la que vivimos y que censura la expresión de la alegría. Yo, por ejemplo, raras veces vi sonreír a mi padre y más raras veces aún, reír. Él nació el año 1925 y recibió una educación muy severa en la que no se permitía la expresión de las emociones.

El no permitir a las personas la expresión natural de sus emociones (reír y llorar, principalmente, y menos aún en público) es negarles poder disfrutar de esa sensación de estar vivas que nos producen las emociones expresadas libremente.


Para qué sirve la alegría.

La utilidad de las emociones básicas como el miedo (que nos pone en alerta ante un peligro), el asco (que nos provoca rechazo ante, por ejemplo, comida en mal estado y evita así que la consumamos), la ira (que nos permite poner límites y decir ¡Basta! en el momento adecuado), la sorpresa (que nos avisa que algo inesperado acaba de ocurrir y nos permite prepararnos para encararlo) o la tristeza (que nos permite mostrar a las personas que nos rodean que necesitamos consuelo); sin embargo, aunque parece que la alegría no tenga una función tan evidente, no es así. Tiene una función muy importante en nuestro organismo.

La alegría es muy beneficiosa para nuestra salud tanto física como emocional.

Cuando nos permitimos expresar la alegría, nuestro organismo genera un neurotransmisor llamado serotonina, que es una sustancia química fabricada por nuestro organismo y que manda información entre nuestras neuronas.

Hay varios tipos de neurotransmisores, pero el que nos interesa ahora es la serotonina, conocida popularmente como la “hormona de la felicidad”.

Hay estudios que relacionan la depresión con tener niveles bajos de serotonina, también se ha descubierto que tiene una labor esencial en la digestión, ayuda a tener más defensas y el control del ciclo del sueño y la vigilia.

La serotonina, además, rebaja nuestro nivel de estrés y nuestra ansiedad.

La alegría estimula nuestra creatividad y favorece nuestras relaciones con las demás personas. Es contagiosa. Una persona alegre tiene un impacto positivo en su entorno.


Posición corporal y alegría.

Tanto la alegría como la tristeza tienen como manera de expresión externa la posición de nuestro cuerpo.

La posición corporal de la alegría forma una postura abierta y con tendencia a mirar hacia adelante o un poco hacia arriba. La expresión facial es risueña y sonriente.

La posición corporal de la tristeza es todo lo contrario, la tendencia del cuerpo es a cerrarse, o sea, a mantener una postura encogida. La expresión facial es circunspecta.

Si te sientes triste puedes cambiar tu estado emocional por otro que exprese alegría con tan solo cambiar la posición de tu cuerpo, de cerrada a abierta.

Cultivar el sentido del humor, tener amistades sinceras y practicar actividades al aire libre, son tres de las cosas que nos harán sentir bien, optimistas y alegres.

Otras maneras de cambiar la tristeza por alegría.

  • Canta y baila.

Cantar o tararear a todo pulmón una canción alegre es algo mágico, pero lo es mucho más cuando lo podemos hacer en grupo. Únete a otras personas amigas y reuniros para cantar y bailar juntas. 

  • Haz ejercicio o sal a caminar.

Y si puedes hacerlo con otras personas, mucho mejor. 

Si lo que decides es ir a caminar, asegúrate de tener la posición corporal adecuada: espalda recta, mirada hacia adelante (nunca cabizbaja) y llevando un buen ritmo.

También es importante que no des vía libre a tu mente, cada vez que ella intente martillearte con problemas, críticas, malas opiniones sobre ti o sobre otras personas, etc. le dices que ahora no te distraiga. Y pones tu atención en tu cuerpo y en observar lo que te rodea.

Entrena tu mente a enfocarse en el presente y a no mandarte mensajes negativos.

  • Cultiva el sentido del humor.

Cuando aprendemos a reírnos de aquello que nos entristece o nos da miedo adquirimos la energía necesaria para superarlos.

La práctica del sentido del humor nos permite hacer una reinterpretación de las cosas y, como consecuencia de ello, creamos una nueva realidad.

Hay una relación directa entre la práctica del sentido del humor y la buena salud física y mental.

  • Explica cómo te sientes.

Exponer cómo te sientes y el motivo de tu tristeza a una persona amiga ayuda a sacar fuera ese dolor que sientes dentro. 

Esto es especialmente importante cuando estamos en uno o más procesos de duelo.

Procura poder compartir cómo te sientes y llorar en compañía de una persona amiga que te escuche, te abrace y no te diga: “no llores”, sino, “desahógate cuanto necesites” o te acompañe en silencio y que una vez te sientas liberada de ese peso doloroso emocional te acompañe a caminar, a bailar, a cantar, a jugar o a lo que se os ocurra.

Para finalizar este artículo me gustaría comentar que no hay que confundir “tristeza” con “depresión”. Las personas podemos superar los períodos de tristeza con la ayuda de personas amigas, pero, si aparece la depresión es urgente pedir ayuda médica para recibir cuanto antes el tratamiento adecuado, para luego seguir, si procede, con psicoterapia o lo que el personal sanitario considere oportuno para cada caso. 


Muchas gracias por leerme y hasta el próximo artículo.

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